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Bajo el cielo azul de Florencia, en Colombia, se vende yuca recién recolectada del campo. Aquí en el mercado se encuentran dos grandes culturas: la cocina y la agricultura latinoamericana. Ambas son ancestrales y diversas y se basan en algunas raíces y semillas de importancia extraordinaria.
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Los Ingredientes Básicos: Conservar Los Principales Cultivos de Latinoamérica
Text by Paul Cox | Translation: Luis Salazar| Photos: Juan Arredondo
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A lo largo y ancho de llanuras y mesetas, montañas y litorales, se extiende el enorme mosaico de cultivos de la agricultura latinoamericana. Algunos de esos cultivos ocupan vastos espacios. En la región hay 32,000 km2 de campos de maíz, 5,000 km2 de arroz y 2,000 km2 de yuca.
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Estos forman parte de los cultivos esenciales para la población rural de la región (conformada por casi 120 millones de habitantes) y para quienes viven en ciudades, que seguramente consumen por lo menos uno de los tres cultivos al día.
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Cada país de la región tiene sus propias variedades de cultivos, adaptados al entorno local. El maíz y la yuca son originarios de Latinoamérica, mientras que el arroz llegó de Asia. Ni un solo país cuenta con toda la diversidad de cultivos necesaria para crear nuevas variedades. Es por eso que todos los países alrededor del mundo deben trabajar juntos para conservar, compartir y adaptar los cultivos que utilizan los agricultores.
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Detrás del campo, el mercado y la cocina se encuentra el banco de germoplasma: extraordinario registro público que resguardan la herencia compartida de nuestra agricultura.
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El proyecto y los cultivos
Como parte de nuestra campaña #CropsInColor, patrocinada por DuPont Pioneer, el Crop Trust envió al fotógrafo Juan Arredondo (Getty Images Reportage) a México y a Colombia para capturar, en imágenes y vídeo, la diversidad del maíz, el arroz y la yuca.
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Sus imágenes, complejas y vibrantes, con detalles sorprendentes, muestran que la importante tarea de alimentar a Latinoamérica también es una labor de honor y creatividad.
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Las Imágenes
Fuego lento, mantequilla, especias y un vaso: a veces la manera más directa de disfrutar de la cosecha es la mejor.
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Esta sencilla mezcla llamada esquites se sirve en mercados y en las calles de todo México desde hace mucho tiempo. De hecho, el nombre viene de la lengua azteca.
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Esquite es uno de los numerosos platos que utilizan maíz dulce, un grupo de líneas de maíz que se han cruzado y perfeccionado durante siglos para comerse cuando los granos todavía están tiernos y jugosos, ya sea el maíz entero o los granos sueltos.
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En otras ocasiones, los frutos del campo conllevan mucho más trabajo para que estén listos para su consumo.
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En Latinoamérica, los cultivos básicos más importantes suelen aparecer en las formas más inesperadas. Mientras que algunos tipos de yuca se pueden comer tal cual como si fueran patatas, la mayor parte de la producción del Cauca y el Valle del Cauca en Colombia pasa por un proceso mucho más largo.
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Las raíces se pelan, se ponen en remojo, se trituran, se dejan fermentar y se secan —a menudo bajo el cálido sol tropical— hasta convertirlos en una harina blanca de fécula pura. Entre otras cosas, esta harina se utiliza para cocinar el famoso pandebono de la región, un suculento panecillo caliente.
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La yuca y el maíz son típicamente latinoamericanos; previo a su introducción al resto del mundo, ya contaban con miles de años de historia en la región. En comparación, el arroz apenas va a cumplir su 500 vo aniversario en Latinoamérica.
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Sin embargo, la perspectiva desde la mesa del comedor nos cuenta otra historia. Las familias de casi cualquier parte de la región compran arroz por kilos; los países se esfuerzan por cultivar la cantidad necesaria para ser autosuficientes.
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El arroz es la base de muchos platos típicos y deliciosos; es también la base de la seguridad alimentaria para los más pobres.
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Alrededor de un tercio de latinoamericanos vive en la pobreza, y la mayor parte de ellos vive en ciudades, donde invierten más de un 15 % de sus ingresos en arroz.
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La mayoría de los agricultores no le piden mucho a sus cultivos: una buena cosecha, plantas sanas, ausencia de plagas. Sin embargo, no hay una variedad de arroz, maíz o yuca que sea “la mejor”; hay decenas de miles de tipos. Esta diversidad ha proliferado y persistido durante milenios por toda clase de motivos.
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A veces se trata simplemente de lo que le gusta a la gente. Podría ser un gran inconveniente si la cosecha de maíz de un agricultor saliera de color azul brillante. Pero en algunas regiones de México, el maíz azul —y las tortillas azules que se producen con la masa de dicho cultivo— son alimentos tradicionales muy apreciados.
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En los últimos años se han abierto nuevos mercados a medida que esta rica harina azul se pone de moda en restaurantes y supermercados de todo el mundo. Y el azul es mucho más que un color: estas tortillas contienen hasta un 30 % más de proteína que el promedio.
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La agricultura es un arte de muchas facetas, y Latinoamérica es la cuna de millones de artistas.
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Desde extensas fincas arroceras hasta cultivos indígenas de subsistencia bajo el follaje de la selva, o hasta innovadoras cooperativas, los agricultores producen alimentos con un sinfín de artimañas.
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Algunas se aprenden y otras están grabados en el perfil genético de las semillas y estacas que plantan. La buena agricultura es una combinación de ambas, acompañada de mucha improvisación.
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Una estrategia que produce una cosecha récord una temporada podría ser desastrosa en la siguiente.
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La adaptabilidad es el alma de la agricultura. Sabiendo esto, hay una estrategia que los agricultores llevan utilizando desde que se plantaron las primeras mazorcas de maíz y raíces de yuca: compartir.
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La yuca se comparte mediante estacas del tallo, que se guardan después de la cosecha y se pasan de campo a campo o se adquieren a través de programas de mejora de cultivos. El cultivo es apreciado por su resistencia al calor y a la sequía.
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No obstante, la sequía sufrida en los años del fenómeno El Niño, durante 2015 y 2016, supuso una ardua prueba incluso para este cultivo. Al final sobrevivieron las variedades más resistentes, y los agricultores tomaron buena nota de cuáles eran estas.
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Por su parte, los agricultores de arroz afrontan sus propios retos en Latinoamérica. El arroz a menudo se produce en sistemas avanzados tecnológicamente, utilizando variedades adaptadas a los entornos latinoamericanos tras 40 años de proyectos conjuntos de mejoramiento.
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A veces, las mejores adaptaciones llegan de lugares lejanos. Por ejemplo, un virus estrictamente latinoamericano llamado hoja blanca fue una seria amenaza para la producción hasta que se encontró una resistencia natural en una variedad de Taiwán y en algunas líneas africanas.
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Esto es algo típico en el mejoramiento de cultivos, y quizás un intercambio justo por todo el maíz, las yucas, las patatas, las legumbres y los tomates (por nombrar unos pocos) que los Latinoamericanos han compartido con otros continentes.
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La diversidad de Latinoamérica sigue brindando soluciones para el resto del mundo: los tipos de maíz naranja, muy comunes aquí, se están adoptando rápidamente por fitomejoradores, agricultores y consumidores en África.
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Esto es importante porque los granos anaranjados contienen vitamina A que, de otra forma, es muy difícil de obtener para los más pobres de África, que llevan cientos de años consumiendo maíz blanco.
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Un rasgo como el de los granos anaranjados, o la resistencia a enfermedades, o la capacidad de mantenerse verdes durante una sequía, puede cambiar el panorama de la agricultura y de la alimentación.
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La tarea de introducir el rasgo de interés en las nuevas variedades adaptadas localmente, y ponerlas a disposición de los agricultores es compleja, pero todo empieza en un banco de germoplasma, en donde, a partir de enormes colecciones, se encuentran nuevas posibilidades para cultivos ancestrales.
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Una de las más grandes y diversas colecciones del mundo, contando con casi 28,000 tipos de maíz, se conserva en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en El Batán, México.
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Con el fin de asegurar la conservación a perpetuidad de dicha colección, el Crop Trust aporta financiamiento a largo plazo a este banco de germoplasma, el cual, bajo el marco del Tratado internacional sobre los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura (TIRFAA), conserva y distribuye semillas de maíz a fitomejoradores de todo el mundo.
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“El maíz es cultura, es nuestra vida. El maíz es la seguridad alimentaria de nuestra gente.”
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El Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) en Cali, Colombia cumple el mismo rol con los más de 6,600 tipos de yuca. Pero conservar la diversidad genética de la yuca a largo plazo es una labor compleja y llena de retos.
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La diversidad de yuca no se conserva en forma de semilla. En vez de eso, se conservan plántulas diminutas en tubos de ensayo a bajas temperaturas que ralentizan su crecimiento. Cuando es necesario, se dejan crecer las plántulas y se cortan estacas de los tallos, de la misma forma que, desde siempre, los agricultores han compartido entre ellos la diversidad de la yuca.
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Estos bancos de germoplasma comparten la diversidad de cultivos con Latinoamérica y el mundo. Pero para compartir, primero hay que conservar. Esta es la principal misión de los bancos de germoplasma, y es fundamental para la agricultura.
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La diversidad de cultivos puede desaparecer fácilmente de los campos agrícolas y no agrícolas, y ahora el peligro es mayor que nunca. Por ejemplo, se estima que México ha perdido el 80 % de las variedades de maíz que se cultivaban en el campo en la década de 1930.
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La necesidad de salvar esta diversidad no podría ser mayor. El reto al que se enfrentan los agricultores de Latinoamérica consiste en equilibrar la demanda de la producción con la capacidad de ganarse la vida mediante la sostenibilidad de su sistema agrícola.
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Es una gran responsabilidad para esta generación y las venideras, y requiere todo el ingenio y la iniciativa que caracterizan a los agricultores de la región.
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Si su agricultura decayese, quizás los latinoamericanos pudiesen vivir de alimentos importados, pero no sería Latinoamérica.
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Pase lo que pase, decenas de millones de agricultores piensan seguir adelante como siempre: compartiendo, aprovechando y adaptando la completa diversidad de los cultivos que les son propios.
#CropsInColor
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Contribuye
No todo el mundo puede permitirse hacer una donación, pero todo el mundo debería tener garantizado el derecho humano a la alimentación en el futuro. Conservar la diversidad de cultivos es el primer paso y el más importante para garantizar la seguridad alimentaria. Hay muchas formas de apoyar a la fundación Crop Trust, ¡contribuye hoy mismo!